martes, 14 de junio de 2011

La desnudez.

Este tema está un poquitín manoseado, pero hablar de esto es parte de la "melancolía del artista". Algunas veces las experiencias funestas hacen rígidas e intransigentes a algunas personas; a otros la vulnerabilidad que provoca les da terror -a mi el sentimiento de vulnerabilidad me provoca un vértigo exquisito- pero lo cierto es que hoy en día es tan difícil encontrar alguien a quien amar. Creo que el amor es tal cual la desnudez, la admira, tanto la física como la del “alma”, desatar todos los lazos de apariencia. Esto porque al entregar ambas en manos, o a miradas equivocadas se contaminan, tal cual escribe Hernán Darío Blair en el Segundo canto a la desnudez “La desnudez es más bella aún en la presencia de quien la admira y la perfecciona. Quien con su mirada no la enturbia ni la destruye con su violencia”.

Hay personas que ya no se fían a sentir libremente, he incluso piensan que son sólo momentos transitorios o estados de buen ánimo que concomitan, tal como la felicidad -que según algunos opinan que la felicidad tal no existe, son solo momentos felices-. Yo creo que ambos existen, lo que pasa es que al idealizar cualquiera de estos dos sentimientos siempre esperamos un prototipo de la felicidad, o que el amor nos pegue como a otros. Hablamos de amor, de las virtudes que debe tener el amante, de perspectivas. No hablo sobre su exteriorización, sino sobre el largo camino que tomamos para recorrerlo. A veces lo importante de todo esto es como lo recorremos y el cual a pesar de estar lleno de obstáculos, y sin la certeza de saber si seremos los ganadores o perdedores de nuestra historia, nos llenará de momentos que quedarán impresos en la obra maestra más grande. Nuestra vida.

Y para cerrar, concluyo con el Tercer canto a la desnudez, de H.D. Blair “La desnudez es todavía más bella en la presencia del amado, cuando en el acto sublime del amor se humedecen -simultáneamente- los sexos y los ojos”.

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